Se acerca la Navidad, una de esas fechas en las que a todos se nos remueven cosas por dentro. A veces para bien, como sucede con aquellos a los que les sale su lado más tierno y solidario en esta época del año. Mientras que, para otros, las fiestas no hacen más que traer de vuelta los miedos, las frustraciones y, sobre todo, las presiones sociales de las que llevan todo el resto del año huyendo. Sea como sea tu experiencia, desde estas líneas queremos mostrarte que es posible vivir una Navidad en familia distinta, desde el amor y lejos del conflicto. ¿Quieres descubrir cómo? Entonces, sigue leyendo…

EL MOMENTO MÁS ¿ESPERADO?

El reencuentro con la familia es, sin duda, uno de los pilares más significativos de las celebraciones de Navidad. Es el momento más esperado del año para muchos. El ritmo de vida frenético al que nos hemos acostumbrado en este lado del mundo y el cada vez más frecuente flujo de personas que emigran fuera de sus ciudades en busca de trabajo, aventuras o incluso amor… hace que las ganas de volver al origen, al seno de lo que uno es, a la familia que te dio la vida y te vio crecer sea, indudablemente, más fuerte.

Sin embargo, también somos muchos los que un buen día decidimos salir de nuestras casas porque sentíamos que allí no podíamos crecer, porque deseábamos llevar un camino distinto al establecido y, en definitiva, vivir una vida coherente con aquello que nos susurraba nuestro instinto. Por lo tanto, no es de extrañar que volver a lo que en su día dejaste atrás puede disparar tus niveles de estrés pre-Navidad.

Pero, no te preocupes. No eres el único que atraviesa esta encrucijada año tras año. Es fácil que los sentimientos se crucen y tú ya no sepas si te apetece reencontrarte con los tuyos, fundirte en un largo abrazo y contaros las novedades en vuestras respectivas vidas o, por el contrario, hacerte una bolita bajo el edredón y no salir de ahí hasta después de Reyes. ¡Cuánta gente desearía poder hibernar durante la Navidad y despertar cuando todo haya pasado!

VALE, QUIERO INTENTARLO. PERO ¿CÓMO LO HAGO?

Como decíamos anteriormente, en las reuniones familiares de Navidad se mueven gran cantidad de energías y, por esa razón, a menudo se convierten en causa de sufrimiento y ansiedad. Pero, tú puedes hacer que este año sea diferente. Recuerda que tú -y solo tú- tienes el poder de cambiar la forma en la que te enfrentas a cada situación en la vida, por más compleja que sea. Para ello, debes confiar antes que nada en tu capacidad para gestionar tus pensamientos y, sobre todo, tus reacciones. Si confías en ti y logras mantenerte en un estado de calma y no-reacción, verás como saldrás victorioso de uno de los grandes retos a los que se enfrenta el ser humano en el trascurso de su vida: perdonar y aceptar a los miembros de su familia.

Veamos ahora estas dos ideas clave en profundidad:

Vive unas Navidades en familia desde el amor y no desde el miedo.

LA CALMA

Seguro que has oído alguna vez una de las consignas más populares del Mindfulness que dice: “Observa tus pensamientos pasar, como si de nubes en el cielo se tratase.”

Pues eso es justo lo que debes hacer cuando te encuentres sentado a la mesa familiar por Navidad. Toma consciencia de que estás ahí sentado junto a todos tus miedos encarnados en forma de personas. Puede que tu madre represente tu miedo a no ser querido, quizás tu padre a ser un fracasado profesionalmente, tu hermana, tu cuñado y las niñas, se convierten en ese instante en tu miedo a envejecer solo e, incluso, a la muerte. Éstos son solo algunos ejemplos de cómo funciona la mente y de cómo el miedo más irracional puede llegar a tomar control de nuestra vida y nuestras relaciones. Por eso es tan importante escucharse, comprender al niño que habita en nosotros y abrazar ese miedo.

Es importante que entiendas que todos esos miedos están dentro de ti. No importa lo que tus familiares digan, hagan o comenten sobre ti y tu estilo de vida. Si no tienes pareja ni hijos y tu padre siempre te hace la misma pregunta cada Navidad: “Hijo, pero… ¿cuándo te piensas casar y tener hijos?”. Recuerda que no es él ni lo que dice, es cómo te llega a ti y qué emociones despierta en lo más profundo de tu alma. Y esta idea nos lleva directos al siguiente punto: la no-reacción.

LA NO-REACCIÓN

Cuando hablamos de “no-reación”, no nos referimos a que te quedes sentado a la mesa como un pasmarote dejando que todo el mundo vierta sus opiniones (a veces, de todo menos agradables, todo hay que decirlo…) sobre ti sin inmutarte lo más mínimo. No, por supuesto que no. No eres de piedra y no queremos que lo seas. Eres un ser emocional y es normal que algunos comentarios o actitudes puedan afectarte en momentos como éste en los que las emociones están a flor de piel.

Lo primero de todo es no ser demasiado duro contigo mismo. Comienza por observar tus reacciones desde el amor más profundo, sin juicio y con comprensión para, más tarde y con la calma a tu favor, ser capaz de analizar por qué te hicieron sentir de esta o aquella manera. Si consigues llegar hasta el final de las fiestas de Navidad sin haber perdido los nervios, haberte alterado o incluso haber acabado en una discusión… créeme que habrás dado el primer gran paso hacia tu libertad emocional. Es justo en estos momentos, cuando consigues que nada ni nadie te haga perder tu valiosa paz interior, cuando comienzas a ser libre y a vivir tu vida desde el más profundo amor hacia ti mismo.


RESUMIENDO: CLAVES PARA NO PERDER TU CENTRO ESTA NAVIDAD

  1. Respira. Parece obvio, pero no lo es. ¡Si tan solo fuéramos conscientes de lo que una buena respiración profunda puede hacer por nosotros! Aprende a respirar profundamente y ejercita esta práctica cada vez que sientas que estás perdiendo el control. Retírate por unos instantes a un lugar tranquilo, cierra los ojos e inhala profundamente. A continuación, mantén el aire dentro por unos segundos y exhala con fuerza sacando todo el aire (y toda la tensión) fuera de ti. Verás como vuelves a la reunión mucho más calmado y hasta con una sonrisa en la cara.
  2. Deja pasar las opiniones de los demás como si de nubes se tratase. No te aferres a los comentarios y opiniones de los demás. Cada uno piensa lo que puede y quiere. No intentes cambiarlos, no es tu misión en esta vida. Lo mejor que puedes hacer es mirar tus propios pensamientos y ver qué sientes, para poder sostenerlos si es posible y, si es necesario, expresarlos con amor. Escucha atentamente a tus familiares y deja que se expresen con libertad. Recuerda que sus palabras tan solo son un reflejo de sus pensamientos. Pero tú, tú no tienes por qué dejarte arrastrar. Hazte cargo de tus pensamientos y mide tus palabras. Y, si no estás de acuerdo con algún comentario, puedes expresarlo desde el amor y el respeto, pero nunca entrando en un juego de descalificaciones.
  3. Confía en ti. Las reuniones familiares no son la Santa Inquisición. Aquí nadie es juez ni verdugo, así que no te cuelgues el cartel de víctima, cada uno hace lo que puede y tú también tienes derecho a aprender. Una vez más, no te apropies de los pensamientos del otro y confía en ti mismo, en quién eres y en cómo vives tu vida. La seguridad en uno mismo es el mejor escudo de protección contra los chismes, las habladurías y las opiniones ajenas. Nadie puede hacerte daño si tú estás seguro de que lo que haces y lo que sientes es lo correcto.
  4. Entrena tu mirada. No te quedes en la superficie, en las palabras y en los gestos. Aprende a mirar más allá. Todas las personas esconden un lado tierno y bello, aunque, a veces, lo único que te llegue sea su miedo transformado en críticas, quejas o prejuicios. Aprende, también, a hacer las preguntas adecuadas, a sacar lo bueno de cada persona con la que te cruces. La empatía será tu mejor aliada en esta fase, quítate las capas, la coraza y anima a tus seres queridos a hacer lo mismo, a dejar atrás todas aquellas creencias tan arraigadas y tan arcaicas que todavía hoy siguen condicionando nuestros comportamientos.

Y, para acabar, te dejo una reflexión que puedes guardarte para ti o incluso compartir en tu próxima reunión familiar… ¡a ver qué sucede!:

¿Qué es lo que queda si te quitas todas esas capas de todo aquello que crees que eres?

Si te quitas todas las etiquetas: hombre/mujer, padre/madre, marido/esposa, hijo/hija, médico/contable/camarero/etc., de derechas/de izquierdas, inteligente/tonto, guapo/feo, miedoso/valiente, etc.

Déjame darte una pista de lo que queda. Lo que queda eres tú, un ser de luz y de amor. Y, al final, al final eso es todo lo que cuenta. No lo olvides. Con todo mi cariño, Sami Osorio

P.D:  Si este articulo te ha inspirado, te invito a que nos lo cuentes en la sección de comentarios que tienes a continuación, ¿Qué has sentido? ¿Cómo te ha ayudado? ¿Qué dudas quedan pendientes? y, por supuesto, si así lo sientes… ¡Únete al Movimiento Cuántico y comparte! Para que juntos sigamos despertando.. 🙂